Todos los años me encierro en casa en Navidad, como si estuviera en una cueva de la que no quiero salir hasta que todo haya pasado: las luces, los villancicos, las compras, la esperanza forzada, las calles decoradas con sonrisas que no siempre siento mías…
Formo parte de ese grupo silencioso de personas que odian la Navidad, no por rencor, sino porque les recuerda lo que falta. En mi caso, ese “alguien” que echo en falta nunca ha existido, pero su ausencia pesa como si sí. Ese vacío tiene nombre: es ese hijo que aún no he tenido.
A veces me pregunto cómo puede doler tanto algo que nunca he tenido entre mis brazos, pero así es. Y cada diciembre, la ilusión ajena me duele un poco más.
Pero este año, algo ha cambiado. He decidido no resistirme al espíritu navideño, aunque me cueste. Quiero creer que también hay un hueco para mí en esta época. Porque este año estoy haciendo todo lo que está en mi mano para que nuestro bebé llegue a nuestras vidas: pruebas médicas, tratamientos, medicación, hábitos saludables, dieta… todo lo que puede ayudar, lo estoy haciendo. Y, sobre todo, estoy aprendiendo a tener fe.
Quiero pensar que esta vez lo voy a conseguir. Que toda esta lucha, todo este camino lleno de emociones, tendrá su recompensa. Que quizás, con un poco de ciencia y un poco de magia navideña… este, por fin, pueda ser mi año.
Brindis de Fertility Madrid.