Hoy hace un año que entramos por la puerta de la clínica para empezar el proceso de ovodonación. Y qué de cosas han pasado en este año… Tantas (y tan extrañas muchas de ellas) que se me ha hecho corto y largo al mismo tiempo.
Yo ya había estado en febrero, en una primera cita a la que mi marido no pudo acompañarme, y había salido con muy buen sabor de boca. Me habían gustado las instalaciones pero, sobre todo, me había encantado el trato de la ginecóloga. Aún así, como soy la persona más indecisa del mundo, tardé más de un mes en decidirme. Que él no hubiese podido venir no ayudaba porque, aunque me dijo desde el principio que lo haríamos donde yo quisiera, sus impresiones me servían de mucho…
Como bien sabéis, durante ese mes y pico le di un millón de vueltas a todos los pros y contras de todas las clínicas que habíamos visitado. Valoré instalaciones, personal, precios, garantías, cercanía… Ésta no era la más barata ni la más cercana, pero algo dentro de mí me decía que era la que debía elegir. Así que se lo dije a mi marido, a él le pareció bien y pedimos cita para ponernos, por fin, manos a la obra.
La pandemia ya comenzaba a sentirse bastante en España. En Madrid se habían cerrado los colegios y la situación daba, cuanto menos, respeto. De hecho teníamos la cita antes y la retrasamos un par de días por miedo… Pero finalmente decidimos ir. No sabíamos qué nos depararía el futuro, cuánto iba a durar todo esto, si volveríamos a la normalidad pronto o se cerrarían más cosas (incluidas clínicas de reproducción) y todo se retrasaría. Ante la incertidumbre, sentimos que al menos debíamos dar el primer paso. Creo que hicimos bien pues, a los dos días, efectivamente se declaró el estado de alarma y se cerró todo.
Un año después, con la pandemia aún condicionando nuestras vidas mucho más de lo que hubiésemos pensado entonces, estoy embarazada e infinitamente agradecida. Agradecida con todo el equipo de @fertilitymadrid por hacerlo posible, con nuestra gine, con las enfermeras, las embriólogas, las chicas de recepción, la psicóloga… Y por supuesto, agradecida con esa donante anónima porque, sin ella, hoy nuestra pequeña no estaría en camino.